Con Juan Valero
El bosque significa buscar, en el bosque encontramos todo aquello que precisamos, alimentos, energía, refugio, medicinas, materias primas, … En el bosque encontramos la vida envueltos por los árboles y las plantas que juntos le dan su identidad.
Los árboles son la fuente principal de vida, descendientes últimos de los colonos vegetales que llegaron desde los mares a la superficie de la tierra para transformar la roca y el sol en vida. El reino vegetal ha creado el soporte vital primario sobre el que se sustenta el mundo animado al que pertenecemos.
Entre sus brazos tranquilos encontramos también la reconexión con el origen, con lo primordial, un árbol es paz, es respirar, beber, alimentarse, contemplar, es crecer sin prisa.
Nadie es ajeno a la experiencia de reconexión con nosotros mismos y con el mundo que nos regala la experiencia imponderable de encontrarnos inmersos entre árboles. Un baño de bosque, lo llaman los anglosajones.
En Japón, existen bosques especialmente cuidados para que sus estresados ciudadanos practiquen el Shinrin-Yoku que ya es considerado como una medicina tradicional con carácter preventivo y que podría entenderse como “caminar por la naturaleza con los cinco sentidos”.
Akira Miyazaki, antropólogo fisiológico y vicedirector de Chiba University de Japón, sostiene que la mayor parte de la vida evolutiva de los seres humanos se ha producido en contacto con la naturaleza y los bosques, por eso, los estados de consciencia relacionados con estos entornos siempre son transcendentes y sanadores.
En la naturaleza encontramos bosques sagrados y árboles templo, conectando las fuerzas que pulsan entre el cielo y la tierra dan sustento y armonizan la vida que está a su cargo. Un árbol además es un amigo, siempre está dispuesto a recibirnos y a cuidarnos si nos abrimos a su conciencia.
Juan Valero nos comparte en este encuentro su relación con los árboles y cómo podemos entablar relación con ellos. Nos dice Juan que es sencillo, como cuando abrimos una conversación con alguien en un bar, solo hay que tener la voluntad.
Juan ha dedicado su vida a los árboles, ha sembrado bosques enteros desde su actividad como silvicultor y tiene un viejo cuaderno de viaje en el que dibuja y anota sus vivencias con árboles ancianos y sabios, ejemplares singulares que ha conocido en sus recorridos a pie por la península ibérica para establecer lo que Juan llama “El camino de las ardillas”, un proyecto cuya visión es crear un corredor ambiental en la espina dorsal montañosa de la península ibérica, recuperando en lo posible el patrimonio forestal perdido y acabar con la fragmentación actual de los bosques.
Para que nos cuente sus experiencias con los árboles hemos venido a Riopar, en la sierra del Segura, por supuesto, rodeados de bosques.